La Semana Santa, en nuestro pueblo, se vivía con un
gran fervor religioso. Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo
de Ramos era todo tan triste y tan serio que parecía que todos
sentíamos pena por "La Pasión" que se aproximaba.
El Miércoles de Ceniza ya se tapaban todos los
santos de la iglesia con unos lienzos morados, se quitaban todas la
flores y en esos días el señor cura se vestía, en los actos
religiosos, de morado.
Fuera de la iglesia te dedicabas a pasear, ya que no
había baile ni actos de diversión durante toda la Cuaresma. Durante
este periodo los viernes se guardaba el ayuno y la abstinencia y que no
se te ocurriera comer algo más o comer un poquito de chorizo, que no
veas como te apetecía, pues ¡¡ay!, menudo pecado mortal que
habías cometido!. Pero había una cosa muy curiosa que era llamada
"la bula", si tu pagabas al señor cura una cantidad de
dinero, él te daba la bula y ya te quitaba todas las prohibiciones
gastronómicas y podías comer de todo, ¡curioso eh!. Es más que a la
juventud de ahora le cuentas estas historias y no sé las cree.
Pero la llegada de la Semana de Pasión era la semana
que mejor se pasaba, aunque fuese de Pasión, la gente se pasaba los
días casi enteros en la iglesia con rezos de calvarios, rosarios de la
buena muerte (que eran ....interminables) y luego al final de cada
rosario el cántico correspondiente al día de la semana que fuese
(también resultaba interminable); los niños aprovechaban los
descansos, entre rezo y rezo, para salir detrás de la iglesia y jugar
todos juntos. También los niños, dentro de la iglesia, se aprovechaban
de cualquier motivo (ruido, estornudo, tos, mueca, .....), por
insignificante que fuese, dada la seriedad que allí se vivía y la
inquietud de esas edades infantiles, surgiendo así los risas
disimuladas, los cuchicheos ocultos,..... teniendo mucho cuidado pues el
señor cura estaba detrás y si averiguaba quien había sido daba cada
cachete...¡uufff!.
LLegado el día de Jueves Santo, y después de todos
los cánticos, se hacían "las tinieblas" era en la noche, las
luces todas apagadas y todo el mundo con sus "carracas"
metiendo ruido ¡os lo podéis imaginar!, era tal el estruendo que se
producía que algunos de los chavalillos sentían miedo ante ese
tremendo ruido y tanta oscuridad. Era también para Jueves Santo cuando
se hacía "el monumento", se tapaba la iglesia entera de la
sacristía para adelante y desde el techo al suelo, para ello se tenía
un armazón de madera preparado que había que ir tapando con sábanas,
éstas adornadas con florecillas y hojas cosidas, quedando al final una
especie de capilla preciosa; esto servía para poner al Santísimo allí
durante esos dos días y llegado el Viernes Santo por la tarde ya se
retiraba todo resultando ser una tarea muy laboriosa y de bastante
trabajo.
La Semana de Pasión no se tocaban las campanas para
llamar a los feligreses a sus actos religiosos, sino que se salía con
una carraca muy grande y se iba por todas las calles del pueblo
haciéndola sonar, con ese timbre tan especial que ella transmite y que
es inconfundible con ningún otro instrumento, para indicar a la gente
que iba a comenzar algún rezo en la iglesia. La verdad es que era un
privilegio para los niños que el señor cura les asignara tocar las
carracas, la mas grande la llevaban entre dos niños mayores y también
había otras carracas más pequeñas que las podía llevar un sólo
niño. Durante todo el recorrido por las calles todos los niños
querían participar y sobre todo hacer sonar alguna de las carracas para
ello se iban turnando, y todos tan felices y orgullosos metiendo ruido
calle arriba y calle abajo.
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